La isla de Manhattan es un pueblo acogedor habitado por siete millones de individuos fascinantes y todos se comportan como si la isla fuera suya, pero entonces era cómo si toda la ciudad se hubiera reducido por arte de magia a dos personas, nosotros. Conversaciones de cuatro horas pasaban volando cómo si fueran quince minutos y unos días separados parecían semanas. Me dí cuenta que a la teoría de la relatividad de Einstein se le tendría que añadir un nuevo enunciado, la explicación de los peculiares efectos del enamoramiento.
En una ciudad de opciones infinitas a veces no hay nada mejor que saber que sólo tienes una.
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