HAMLET

Una vez más tenemos de la mano de Antonio Figueredo la segunda entrada relacionada con libros del blog. En este caso se trata de la obra de William Shakespeare "Hamlet"
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“Ni el color negro de este manto, ni el traje acostumbrado en solemnes lutos, ni los interrumpidos sollozos, ni en los ojos un abundante río, ni la dolorida expresión del semblante, junto con las fórmulas, los ademanes, las exterioridades de sentimiento, bastarán por sí solos (…) a manifestar el verdadero afecto que me ocupa el ánimo. Estos signos aparentan, es verdad, pero son acciones que un hombre puede fingir… Aquí (tocándose el pecho), aquí dentro tengo lo que es más que apariencia: lo restante no es otra cosa que atavíos y adornos del dolor.”

“Duda que son de fuego las estrellas,
duda si al Sol el movimiento falta,
duda lo cierto, admite lo dudoso;
pero no dudes de mi amor las ansias.”
“Mis palabras suben al cielo, mis afectos quedan en la tierra. Palabras sin afectos nunca llegan a los oídos de Dios”

“(…) Sí las palabras se forman del aliento, y éste anuncia vida, no hay vida ni aliento en mí para repetir lo que me has dicho.”
Y ésta es una de las mejores relaciones que he leído... Shakespeare de verdad quería hacernos reflexionar... presten atención a ésta y ríanse un rato:

“Claudio. - Y bien, Hamlet, ¿dónde está Polonio?
Hamlet. – Ha ido a cenar.
Claudio. - ¿A cenar? ¿Dónde?
Hamlet. – No a donde coma, sino a donde es comido, entre una numerosa congregación de gusanos. El gusano es el monarca supremo de todos los comedores. Nosotros engordamos a los demás animales para engordarnos, y engordamos para el gusanillo que nos come después. El rey gordo y el mendigo flaco son dos platos diferentes, pero sirven a una misma mesa. En ésto para todo.
Claudio. - ¡Ah!
Hamlet. – Tal vez un hombre puede pescar con el gusano que ha comido un rey, y comerse después el pez que se alimentó de aquel gusano.
Claudio. - ¿Y qué quieres decir con eso?
Hamlet. – Nada más que manifestar cómo un rey puede pasar progresivamente a las tripas de un mendigo.”
(Págs. 123-124)Por sí solos (…) a manifestar el verdadero afecto que me ocupa el ánimo. Estos signos aparentan, es verdad, pero son acciones que un hombre puede fingir… Aquí (tocándose el pecho), aquí dentro tengo lo que es más que apariencia: lo restante no es otra cosa que atavíos y adornos del dolor.”


 

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